3.7.08

el terminal

A ella siempre le despertaba gran emoción la sala de llegadas del aeropuerto porque en ningún lugar en el mundo, creía, uno puede observar tanta cantidad de esa felicidad momentánea, como es la alegría.

Nada más entrar, además de lo maravilloso que es el aire acondicionado, sentía que la llevaba una ola inmensa de gente charlando, gritando y zapateando mientras colocaba las maletas encima de los carritos de equipaje, todo el rato vigilando a que no le escamoteasen nada. Se imaginaba a si misma jalando su menudo maletín lleno con esas pocas cosas que poseía, emocionada y feliz de viajar y de tornar a verlo.

Envidiosamente veía esas siluetas encantadas, sus miradas ansiosas sin parpadear, sus dedos que sobaban otros dedos, sus piernas estremecidas triscando de emoción. Luego llegaba lo peor: los besos tímidos y dobles casi sin tocar y otros largos y apasionados, abrazos infinitos, chorros brillantes de lágrimas.

Escuchaba con disimulo unos chillidos irritantes, palabras susurradas al oído que sacaba de una mezcla de saludos constantes y amores correspondidos. De los semblantes risueños exhalaba una alegría pura, una alegría casi palpable, felicidad fugaz que probablemente, por mucha pena que diera, desaparecería al salir del aeropuerto donde, en cambio, esta vez no le espera nadie...

Los viajes cansan, eso si... llegué a Santiago hecha polvo.


1 comentario:

Daniel dijo...

Se que los viajes cansan. Pero sinceramente, no se por qué. Si viajar es mantenerte recostado por algunas horas y dormir es mantenerte recostado por algunas horas... Entonces, cual es la diferencia?
Talvez el secreto radique en lo que haces antes.
Probaré hacer mi equipaque, tomar un taxi con él al centro comercial y esperar unas horas en el foodcourt para luego regresar a casa y echarme a dormir. Si al dia siguiente no estoy cansado, entonces seguiré sin entender porque cansan los viajes.