9.6.08

Me llamo D.

El local está a tope y lo peor de todo es que exactamente hoy no me da la mínima gana de meterme en ningún bar. Pero J. quiere y que le vamos a hacer. Entramos, pues. A la derecha algunas parejas bailando: los cuerpos pegados en el ritmo de bachata. El tiempo no ha logrado que te olvideee… El aire vibra y retumba, se siente un fuerte aroma a tabaco y una sutil fragancia de quiero-hacerlo-contigo-hoy-ahora-frente-a-todos. Me da asco. Quiero salir. J. me dice que hemos quedado con su amor y debemos esperar un toque. Pero yo igual quiero salir corriendo, darme una vuelta por Alameda o irme directo hacia el jato, encerrarme en mi cuarto, tragar unas pastillas contra la jaqueca y dormirme. Pero no me muevo de mi sitio. A mi derecha un cuarentón repelente manosea a una chica (o tal vez sea al revés). Qué tonto que locos somos tu y yo… A la izquierda, en cambio, un tipo con pinta de latino (supongo que es aquel chileno sobre quien creo haber escuchado historias) me mira de reojo y saca la punta de la lengua para lamerse el labio superior como si fuera (él, claro) una prostituta. No le hago mucho caso. Pido un trago, qué me pongan un cuba libre de Bacardí. No tienen, piña, entonces naa. Bueno, una chela de esas de manzana. Y yo no quiero seguir así estando con ella y pensando en ti… En mi cabeza vislumbran algunas imágenes entrecruzadas: el baño de Larcomar al lado de Aura, letra de una canción de J. L. Guerra que no quiere salir por mi boca, el color bermejo de los sofás, unos tragos rápidos de tequila y de repente, alguien me pone su mano en la cintura y me besa, me besa un tío que ni puta idea quien es. Primero me besa y luego me saluda y dice que se llama D*. Le miro a J. temerosa: está echando chispas por los ojos (y por los dientes). Se me arrima furiosa y me dice que D. es su propiedad. No lo niego, le digo que qué me importa un tal D. Qué me dejen en paz. Luego despierto con la cara llena de lágrimas y con unas ganas inmensas de desaparecerme ahora mismo. Qué raro el sueño.



* Creo que esta entrada necesita ponerle una nota rectificativa. Obviamente el D. del cual estoy hablando no es el D. de siempre, o sea, no el mío. Es el D. de J. (es decir su amigo sea o no con derecho) y lo voy a ver el viernes por primera vez. Coincidencia de nombres, pues. Si fuera el mío la escena no terminaría así y seguro no en ese huachafo local. Y entonces habría matado a cada uno que me hubiera despertado. :)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Felizmente fue un sueño, pero qué lastima que no te hay pedido matrimonio, para sacar el conocimiento a la práctica.

Unknown dijo...

Rarisimo en verdad!!

bso y gracias por el saludo

Acuarius dijo...

Si, pues, es una pena ;)

Anónimo dijo...

joder... la historia como siempre me gusta mucho. Siempre has tenido don de escribir, sea en español o en otra lengua. Pero que sueñes con mi futuro marido... esto ya está algo fuerte..., y especialmente que está por venir esta semana ¿no crees?! Temo mucho presentartelo. Me lo iré pensando. J.

Daniel dijo...

Que suerte que termino asi.
Me preocupaba que contases esas cosas al publico sin primero a mi :P

tqm